La relajación muscular.



Técnicas de relajación.
Cuando sufrimos ansiedad muchas veces nuestros pensamientos parecen descontrolados, aparecen síntomas físicos que reclaman toda nuestra atención y todo nuestro ser se vuelve a escucharse a sí mismo dejando de lado todo el mundo exterior que pasa a ser fuente de agresiones constantes que nos provocan más ansiedad.
Para romper este círculo vicioso la relajación es el primer paso. La relajación nos proporciona una conciencia exacta de nuestro estado físico, volver a prestar atención al cuerpo es en cierta forma habitarlo de nuevo, bajar del pedestal de la cabeza y de la visión como único sentido al que atender y descender hacia el cuerpo, volver a lo orgánico, a la sensación. Es así cuando se pueden volver a percibir las tensiones que se acumulan en el cuerpo y es así tras sentirlas cuando se pueden aflojar. Por eso es un buen método para alejar las tensiones que se presentan en nuestro cuerpo a causa de la ansiedad.
La relajación nos proporciona el poder sobre nuestro estado físico. ya que con la práctica podemos en todo momento darnos cuenta de cómo nos encontramos y si hay tensiones ponerles remedio. De esta manera podemos controlar el estado de activación alterado por la ansiedad.

Síntomas de los Ataques de Pánico

Síntomas de los Ataques de Pánico


Los ataques de pánico son la manifestación del mecanismo de defensa de nuestros cuerpos – la respuesta de lucha o huida. Para comprender los síntomas de los ataques de pánico, necesitamos ver más de cerca lo que sucede en nuestros cuerpos cuando esta respuesta es activada.
Tan pronto como una “amenaza” severa es percibida, nuestro sistema nervioso se pone en su “modo de emergencia”. Se libera adrenalina a chorros, y se acelera la respiración. Se eleva la presión sanguínea y la misma sangre fluye desde nuestro estómago y los demás órganos hacia aquellos músculos que más necesitaremos (como los brazos y las piernas), preparándonos para el esfuerzo ya sea de luchar o de huir tan rápido como nos sea posible.
Esto es extraordinariamente útil si te hallas en una situación de vida o muerte. El problema está en que para algunas personas este proceso puede sencillamente ser activado en la fila del supermercado, al volar en avión, o cuando deben hablar en público. En estos casos, la respuesta de lucha o huida no es apropiada ni necesaria, pero estos cambios a nivel físico siguen apareciendo. Esto puede llevar a todo un amplio espectro de síntomas desagradables, a menudo incluyendo también los siguientes:

Porqué decimos Si cuando queremos decir No

Porqué decimos si cuando queremos decir no

Algunas personas sufren cada vez que se han de negar a algo, bien sea por miedo a defraudar las expectativas de otros, bien por temor a no dar “la talla” o a no saber argumentar su negativa, o por simple pereza y comodidad. Se trata, en definitiva, del miedo a no ser valorados y queridos. Nuestra necesidad de ser valorados, atendidos y tenidos en cuenta, puede llevarnos -desde el espejismo que crea una autoestima poco asentada- a mostrar una constante disponibilidad a todo, lo que nos sume en una dependencia no sólo de los demás, sino de esa imagen desde la que actuamos, dejando de ejercer nuestro derecho a decir “no”. Esa dependencia dificulta nuestra evolución personal, dinamita nuestra autoestima e imposibilita el libre ejercicio de la responsabilidad que propicia unas saludables y equilibradas relaciones de interdependencia con los demás, en las que decimos “sí” cuando lo consideramos adecuado y en las que mantenemos vigente la posibilidad a decir “no”.